miércoles, 28 de noviembre de 2012

El precio de la verdad


El precio de la verdad, es una de esas películas americanas con gran trasfondo y y con una moraleja al final del filme. Basada en una historia real, la película refleja como Stephen Glass con tan sólo 23 años de edad había tenido éxito en el mundo que tanto le apasiona: el periodismo. Destacó, principalmente, por escribir artículos de rigurosa información para Policy Review, Rolling Stone y Harper's, así como The New Republic, en la que se produjo la trama que desarrolla esta cinta.

Una vez el dimite el director de The New Republic, Mike -que se había ganado el cariño de toda la plantilla de la redacción entre los que figuraba Stephen- Charles fue nombrado nuevo director de la revista de éxito, lo que chocó en un principio, ya que él no era muy querido entre sus compañeros de trabajo debido a su competitividad.


Después de que Stephen Glass compaginase su labor periodśitica con estudiar Derecho a distancia para satisfacer el orgullo de sus padres se produce el problema por el que se hizo tan conocido: elabora el ariculo de 'Hack Heayen'. 

En ese artículo, describía una reunión entre un hacker adolescente que fue contratado por una empresa y una conferencia de hackers en un edificio que también relató con detalle. Sin embargo, el procedimiento para que te publiquen un artículo en The New Republic, debes aportar anotaciones propias, números de teléfonos  de las fuentes para corroborar que lo que pretendes que sea difundido en la revista sea cierto. Por lo que, una revista de la competencia, se interesó por el tema que Glass describió en su artículo y él proporcionó todos los datos a los que nadie tenía acceso de una manera misteriosa. 

Tras semanas de investigación, salió a la luz el escándalo de que The New Republic había publicado un artículo ficticio, ambientado en un lugar imaginario y cuyas fuentes tampoco existían. La revista, la redacción al completo, después de despedir a Stephen Glass como penalización por difamación de la verdad, publicó una disculpa en el siguiente número, que repercutió de manera negativa en  la revista: perdió la credibilidad de los lectores. 

Esto es un claro ejemplo de lo que no debe hacerse nunca en el periodismo. La ficción no tiene cabida en el quehacer periodístico, resultaría desequilibrado. Los periodistas son meros mediadores de la realidad y deben trasladar esa historia a su público, no deberían ser mediadores de la invención, a menos que tenga correspondencia con la realidad lo que se narra. Pero no podemos caer en las mentiras, en la ficción. La imaginación hay que dejársela a los guionistas y los cineastas, pero no a los periodistas, eso sería una falta de respeto a tu público.

Para Glass, un buen titular no debía ser estropeado con la verdad, por lo que prefería regirse por ese criterio para ofrecer a los lectores artículos increíbles y entretenidos. En la realidad, este caso conmocionó a toda América y muchos de los lectores de la revista reconocieron dejar de leer la revista una vez Glass fue despedido.


Este drama no sólo aborda la ética del periodismo en una revista de prestigio norteamericana, sino que también abarca una visión más generalizada la política y dinámica psicológica de la cultura de las oficinas de hoy día.




Comparativa de labor periodística en el cine: Tintín

Constantemente, las producciones cinematográficas y televisivas suelen reflejar de una manera errónea la ejecución de la labor periodística y el perfil del periodista en sí. 

No sólo ocurre con la profesión periodística, ya que también se tiende a idealizar otras actividades como el modelaje o el mundo del espectáculo. ¿Esto sería una ventaja o un inconveniente? Es comprensible que compañías de animación como Disney Pixar, modifiquen y adapten cuentos como 'La sirenita' de  Hans Christian Andersen, puesto que tienen un desenlace demasiado trágico como para que los niños de hoy día lo vean (a pesar de estar continuamente expuestos a las diversas formas de violencia con medios la televisión). No obstante, la ficción sin dosis de aventura no mantiene el interés de un público. Pero no es aconsejable que doctrinen las mentes de esa audiencia creándoles falsas realidades.


Un caso que requiere especial análisis y comparación, es tanto la adaptación cinematográfica como la televisiva de animación de Las aventuras de Tintín. El personaje creado por Hergé, Tintín, es un joven reportero belga de una de las cabeceras de la época, Le Petit Vingtiéme, que se ve involucrado en más de un misterio y una serie de aventuras sin fin en defensa de causas injustas.

Cierto es que un periodista cuando se involucra con un tema o asunto, no descansa hasta llegar a la verdad, pero de ahí a ensalzar a un profesional de la comunciación con que ser periodista equivale a vivir una serie de aventuras propias de la ficción, va un trecho. 

En los cómics, en la serie de dibujos animados y en la reciente película de Steven Spielberg, no se plasma exactemente la continua tarea de un periodista. Sólo en uno de los episodios y en uno de los numerosos cómics de Hergé, Tintín escribe un reportaje y, durante el resto de sus aventuras, existe una desvinculación total de Tintín con el diario en el que se supone que trabaja, pues ni lo mencionan más, ni realiza ninguna tarea informativa.

Pero no todo lo que se manifiesta en los diferentes formatos (cómics, dibujos y película) es malo, todo sea dicho de paso. En la película observamos cómo el reportero belga de 20 años lleva a cabo tareas de documentación antes de involucrarse demasiado con el principal tema del que partirán las siguientes aventuras.


Otra característica que comparte con el periodismo tradicional es que Tintín recurre a las fuentes directas del suceso para conocer lo que ha acontecido y averiguar qué hay detrás de ello. Requiere fuentes expertas como sus inseparables y torpes amigos Fernández y Hernández, los gemelos detectives a los que mareará en más de una ocasión para acceder a archivos confidenciales y de los que requerirá su ayuda en innumerables ocasiones.De ahí deducimos su buena relación con las fuentes.

En cuanto a la metodología que Tintín lleva a cabo, encontramos la documentación (ya mencionada antes), las entrevistas y la constrastación de las fuentes expertas e independientes. En cambio, algo que en ninguno de los formatos de las aventuras de Tintín refleja ni  siquiera un segundo es, tanto la agenda de expertos y profesionales especializados como la elaboración de  textos interpretativos y argumentativos, porque -tal y como he dicho anteriormente- Tintín a pesar de trabajar para una reconocida cabecera, sólo se ve una vez elaborando un artículo para ese medio impreso, todo lo demás son aventuras, quedando ese periódico al margen.

Por lo que el reportero belga realiza parte de la metodología periodśitica y, aunque su fin sea que se sepa la verdad, no pretende trasladar el suceso a la sociedad, ya se encargan los medios de comunicación de ello.

Es comprensible que el cine en un tiempo estimado se vea obligado a desechar este tipo de detalles para que la historia que pretenden llevar a las grandes pantallas tenga su comienzo, nudo y correspondiente desenlace. Sin embargo, esto tiene una repercusión en la audiencia, ya que asemejan que el estilo de vida que te otorga el periodismo será igual que, por ejemplo, la mayoría de las  aventuras de Tintín y su fiel amigo Milú por todo el mundo.