El precio de la verdad, es una de esas películas americanas con gran trasfondo y y con una moraleja al final del filme. Basada en una historia real, la película refleja como Stephen Glass con tan sólo 23 años de edad había tenido éxito en el mundo que tanto le apasiona: el periodismo. Destacó, principalmente, por escribir artículos de rigurosa información para Policy Review, Rolling Stone y Harper's, así como The New Republic, en la que se produjo la trama que desarrolla esta cinta.
Una vez el dimite el director de The New Republic, Mike -que se había ganado el cariño de toda la plantilla de la redacción entre los que figuraba Stephen- Charles fue nombrado nuevo director de la revista de éxito, lo que chocó en un principio, ya que él no era muy querido entre sus compañeros de trabajo debido a su competitividad.
Después de que Stephen Glass compaginase su labor periodśitica con estudiar Derecho a distancia para satisfacer el orgullo de sus padres se produce el problema por el que se hizo tan conocido: elabora el ariculo de 'Hack Heayen'.
En ese artículo, describía una reunión entre un hacker adolescente que fue contratado por una empresa y una conferencia de hackers en un edificio que también relató con detalle. Sin embargo, el procedimiento para que te publiquen un artículo en The New Republic, debes aportar anotaciones propias, números de teléfonos de las fuentes para corroborar que lo que pretendes que sea difundido en la revista sea cierto. Por lo que, una revista de la competencia, se interesó por el tema que Glass describió en su artículo y él proporcionó todos los datos a los que nadie tenía acceso de una manera misteriosa.
Tras semanas de investigación, salió a la luz el escándalo de que The New Republic había publicado un artículo ficticio, ambientado en un lugar imaginario y cuyas fuentes tampoco existían. La revista, la redacción al completo, después de despedir a Stephen Glass como penalización por difamación de la verdad, publicó una disculpa en el siguiente número, que repercutió de manera negativa en la revista: perdió la credibilidad de los lectores.
Esto es un claro ejemplo de lo que no debe hacerse nunca en el periodismo. La ficción no tiene cabida en el quehacer periodístico, resultaría desequilibrado. Los periodistas son meros mediadores de la realidad y deben trasladar esa historia a su público, no deberían ser mediadores de la invención, a menos que tenga correspondencia con la realidad lo que se narra. Pero no podemos caer en las mentiras, en la ficción. La imaginación hay que dejársela a los guionistas y los cineastas, pero no a los periodistas, eso sería una falta de respeto a tu público.
Para Glass, un buen titular no debía ser estropeado con la verdad, por lo que prefería regirse por ese criterio para ofrecer a los lectores artículos increíbles y entretenidos. En la realidad, este caso conmocionó a toda América y muchos de los lectores de la revista reconocieron dejar de leer la revista una vez Glass fue despedido.
Este drama no sólo aborda la ética del periodismo en una revista de prestigio norteamericana, sino que también abarca una visión más generalizada la política y dinámica psicológica de la cultura de las oficinas de hoy día.
Para Glass, un buen titular no debía ser estropeado con la verdad, por lo que prefería regirse por ese criterio para ofrecer a los lectores artículos increíbles y entretenidos. En la realidad, este caso conmocionó a toda América y muchos de los lectores de la revista reconocieron dejar de leer la revista una vez Glass fue despedido.
Este drama no sólo aborda la ética del periodismo en una revista de prestigio norteamericana, sino que también abarca una visión más generalizada la política y dinámica psicológica de la cultura de las oficinas de hoy día.